Columna del Obispo – Misericordia es la medicina para un mundo dividido

Este verano ha habido una marcha constante de actos de violencia y de odio alrededor del mundo, incluyendo nuestro propio país. Hemos sido sorprendidos y horrorizados por lo que ha pasado. Oramos para que Dios tome bajo su cuidado las almas inmortales de las víctimas de violencia y odio y encomendamos a Él todos sus seres queridos. También encomendamos al Señor a todos los hombres y mujeres uniformados que nos defienden y protegen en nuestro país y en el extranjero. Que sean protegidos.

Para algunos este bombardeo de conflicto aparentemente constante puede empezar a desgastar nuestra empatía, nuestra compasión y nuestra esperanza. ¿Se espera que tengamos una capacidad eterna para el dolor? A decir verdad, sí. Como seres humanos siempre debemos estar preparados para hacerle frente a la tragedia que es imposible de evitar. La aceptación de la tragedia como parte de la existencia humana es el primer paso para asegurarse de que estamos preparados para soportarla. Sí, las alegrías de la vida son acompañadas por el sufrimiento.

La misericordia es la medicina para un mundo dividido y una sociedad desgarrada por las divisiones y el dolor. También es la medicina para nuestros propios corazones, la salve que Dios derrama sobre nuestras heridas si se lo permitimos. La misericordia nos recuerda que somos amados, que podemos amar, y que el amor sanará al mundo. Así como hemos sido perdonados, debemos perdonar; así como el Padre nos ha mostrado misericordia, estamos llamados a ser misericordiosos con los demás.

La misericordia se vive a diario en los pequeños actos de bondad, fidelidad y caridad que se llevan a cabo por la gente común. En estos días oscuros, les animo a recordar que a pesar de todas las tragedias que vemos plasmadas a través de nuestros periódicos, televisores y teléfonos inteligentes, hay muchos más actos de gracia, esperanza, alegría y piedad que suceden todos los días. Vemos las tragedias aparecer en los medios de comunicación, pero los actos de bondad y compasión que también nos rodean no son las “cosas” que llaman la atención de los medios de comunicación. Tómense un tiempo para reflexionar sobre las obras diarias de Dios que a menudo pasan desapercibidas, pero que son el alimento de nuestras almas en los tiempos que parecen tan oscuros.

Hay muchas maneras en las que podemos ayudarnos nosotros mismos. Una de las grandes ocasiones para ver la alegría de nuestra fe está a la vuelta de la esquina, la Jornada Mundial de la Juventud. Tengo la suerte de poder viajar con 16 seminaristas y 30 peregrinos de nuestra Diócesis para participar en las festividades en Cracovia, Polonia. Este evento, en el que se esperan unos dos millones de asistentes será una experiencia muy energizante, al encontrarnos rodeados de una multitud de personas jóvenes, alegres de corazón, proclamando nuestra fe compartida.

Específicamente para los seminaristas, no puedo pensar en una mejor experiencia para los jóvenes discerniendo el sacerdocio, que experimentar de primera mano la esperanza generada por jóvenes de todo el mundo comprometiéndose al mensaje de paz de Cristo.

Aunque sólo unos pocos de nosotros de la diócesis estaremos presentes en el evento, espero que todos ustedes puedan seguir la cobertura diaria de la Jornada Mundial de la Juventud transmitida por EWTN y permitan que esta inspiradora reunión internacional de los jóvenes de nuestra Iglesia Católica renueve su fe. Oren por los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud de la diócesis de Camden.

Además de apreciar las imágenes de la Jornada Mundial de la Juventud que enriquecen el alma desde lejos, hay otras oportunidades a nuestro alcance para estar rodeados de personas cuya fe desvanece la oscuridad en nuestro mundo.
El 15 de agosto, celebraremos la solemnidad de la Asunción de María y la Boda del Mar en Atlantic City. Esta es una costumbre antigua que simboliza la unión económica y espiritual vital entre la ciudad y el océano.

Los invito a unirse a los miles de fieles en el Boardwalk Hall que celebrarán la Misa de la Asunción de María. Después, vamos a participar en una procesión a lo largo de la playa, que culminará con la bendición del Océano Atlántico.

Y no olvidemos que, el Jubileo de la Misericordia está en curso. Nuestras cinco iglesias de la Misericordia de la Diócesis continúan acogiendo a peregrinos de todas partes. Si no lo ha hecho todavía, los exhorto a visitar estas iglesias y renovarse a través de las obras corporales y espirituales de Misericordia durante el resto de este Año Santo.

Tan emocionantes como son estos eventos globales y regionales, habrá eventos en sus propias parroquias que pueden ser igualmente inspiradores. Las experiencias compartidas con la comunidad de nuestra propia parroquia pueden ser igual de impactante para una persona debilitada por los recientes acontecimientos. En nuestras parroquias nos apoyamos mutuamente, abrazamos nuestras diferencias, nos elevamos unos a otros en oración y crecemos juntos en la fe. Hagamos de nuestras comunidades parroquiales microcosmos del mundo que deseamos existiera y vayamos a ellas para apoyarnos en tiempos de miedo y preocupación.

Estos actos repetidos de violencia no retratan el mundo que queremos para nosotros, ni para nuestros hijos y nietos. Debemos recordarle al mundo, a través de nuestras palabras y acciones, que el Reino de justicia, verdad, paz y amor es posible.

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